Acedia (religión)

Según el Diccionario Oxford Conciso de la Iglesia Cristiana, «a principios del siglo V, la palabra se había convertido en un término técnico en el ascetismo cristiano, que significaba un estado de inquietud e incapacidad para trabajar u orar». No solo los monjes y teólogos hablaron del vicio, sino que también aparece en escritos laicos. Aparece en la Divina Comedia de Dante no solo como un pecado que debe ser castigado en los condenados, sino como el pecado que lleva a Dante al borde del infierno. El párroco de Chaucer incluye la acedia en su lista de vicios. Sigue la ira y la envidia en la lista y el párroco conecta los tres vicios juntos:

Porque la envidia cega el corazón del hombre, y la ira turba al hombre; y la acedia lo vuelve pesado, reflexivo y furioso. / La envidia y la ira hacen amargura en el corazón; que amargura es moderna de acedia, y le une el amor de toda bondad.

En su análisis sostenido del vicio en la pregunta 35 de la Segunda Parte (Secunda Secundae) de su Summa Theologica, el teólogo del siglo XIII Tomás de Aquino identifica la acedia con «el dolor del mundo» (compárese con el concepto alemán de Weltschmerz) que «produce la muerte». y lo contrasta con ese dolor «según Dios» descrito por San Pablo en 2 Cor. 7:10. Para Santo Tomás de Aquino, la acedia es «dolor por el bien espiritual en la medida en que es un bien divino». Se convierte en pecado mortal cuando la razón consiente en la «huida» (fuga) del hombre del bien divino, «a causa de que la carne prevalece totalmente sobre el espíritu». La acedia es esencialmente una huida de lo divino que lleva a ni siquiera preocuparse de que a uno no le importe. La máxima expresión de esto es una desesperación que termina en suicidio.

La enseñanza de Santo Tomás de Aquino sobre la acedia en la pregunta 35 contrasta con su enseñanza anterior sobre la «alegría espiritual» dotada de la caridad, a la que la acedia se opone directamente y que explora en la pregunta 28 de la Secunda Secundae. Como dice Santo Tomás de Aquino: «Un opuesto se conoce a través del otro, como las tinieblas a través de la luz. De ahí que también lo que es el mal debe conocerse por la naturaleza del bien».

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